miércoles, 4 de febrero de 2009

"CONVERTIOS Y CREED EN EL EVANGELIO"

EVANGELIO DE SAN JUAN, CAPITULO 17.
[1]Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. [2]Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. [3]Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. [4]Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. [5]Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. [6]He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. [7]Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; [8] porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me has enviado. [9]Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; [10]y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. [11]Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. [12]Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. [13]Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. [14]Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. [15]No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. [16]Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. [17]Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. [18]Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. [19]Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad. [20]No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, [21]para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. [22]Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: [23]yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. [24]Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplan mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. [25]Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. [26]Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos.»

Cuando, desprendido de todo prejuicio humano me dejo llevar humildemente al mismo Corazón de Cristo, cuyo infinito y particular amor hacia cada cristiano, a cada discípulo suyo, nos es manifestado particularmente por las palabras que salen de su boca, como acabamos de ver en el capitulo 17 del Evangelio de San Juan, implorando a Dios Padre nuestra protección, nuestra salvación, su gloria eterna para nosotros y, en encendidas frases de amor nos revela sus deseos más íntimos, que son la Gloria de Dios a la que estamos llamados si hacemos su Voluntad para la redención y salvación eterna de quienes son causa y efecto de su cruel, puro e inocente escarnio espiritual y material; cuando esto sucede como acabamos de leer en la narración de San Juan, yo, lo confieso, quisiera desaparecer diluido en su infinito Amor y Misericordia. Quedo aturdido ante tanto Amor de Cristo. No sé que decir. No quiero decir nada, sino callar…y amarle.

Por otra parte sé que yo, antes de ser su discípulo, también he sido un pecador corrupto, un pecador pringado por los desórdenes y desmanes con que los siete pecados capitales han manchado la imagen de Dios que hay en mi alma, convirtiéndome muchas veces en “otro Judas”; por que yo también he vendido a Cristo, al que me Ama fielmente sin límites. Yo también le he “vendido” muchas veces por las falsas monedas manchadas de engaño satánico que el mundo, demonio y carne me han ofrecido con tintes de placer, de orgullo, de lucro, de vanidad…de todo lo que a mí me apetecía…¡¡¡Y mientras más le ofendía, El, más me amaba!!! Siempre esperando el momento de mi arrepentimiento, de mi confesión…siempre…

Y yo lo sabía. Sabía que Cristo me amaba aunque yo era esclavo de otro dueño: el pecado. Y sabia que yo soy uno de aquellos por los que El, disponiéndose a morir para redimirnos, imploraba al Padre por mí. Y, El lo quiso así, por que me supe amado por quien yo ofendía, nació en mi alma un fuerte amor de gratitud hacia El. Y, en medio de esos dos amores sufrí mucho por ser cobarde. Quería amar a Dios sobre todas las cosas, pero era incapaz de romper con las ataduras del mundo, demonio y carne. ¡Miserable desgraciado! ¡Cómo iba a poder sin su Gracia!

Pero El… siempre El, me sacó del atolladero y rompió mis “cadenas”. A su manera, claro, como yo menos me esperaba. Resulta que los mejores amigos y amigas que yo encontré en Barcelona en mis primeros tiempos de emigrante, eran auténticos jóvenes cristianos, de aquellos que cuando los miras ves reflejados en su rostro la imagen de Dios (buenos, leales, serviciales, sacrificados, alegres, sinceros…etc.). Mientras yo, avergonzado de mi doble conducta, me sentía un mal amigo que pretendía engañarles a ellos y a Dios. Pero a Dios no se le puede engañar y mis amigos me amaban y me amaban a pesar de mi doble rasero.

Pasaron muchas cosas, muchísimas, pero la mejor de todas es que Cristo salió descaradamente a mi encuentro a través del testimonio de aquellos buenos cristianos amigos míos. Ellos y ellas (¡cómo los quiero!) trabajaban por Cristo ayudando a los mas humildes de la sociedad en barracas, hospitales, etc. Ellos, hoy mis hermanos en Cristo, pertenecían apostólicamente a un magnifico Movimiento apostólico llamado Cursillos de Juventud (posteriormente Cursillos de Cristiandad para Jóvenes de Barcelona y actualmente Cristifideles Laici –Fieles Laicos de Cristo -) dirigido entonces por dos santos sacerdotes (Reverendos P. Ginés Fernández del Aguila y P. José Maria Alba Cereda) y, en la actualidad por el Padre Francisco Navarro Bustamante, sacerdote de gran celo y dinamismo apostólico. ¡Gracias, Dios mío, por todos ellos! ¡Gracias por todos los buenos y santos sacerdotes!
Llama, Señor, a los/as jóvenes de hoy a la vida sacerdotal y/o consagrada y ¡que todos los llamados sean santos!


Cristo, como digo, me salió al encuentro y mis amigos me invitaron ha hacer un Cursillo durante un fin de semana. Pero mi terquedad rechazó, reiteradamente durante tres años la invitación, con pretextos diferentes siempre tendentes a mi conveniencia (primero yo, el burro, por delante). Luego, cuando por fin accedí a ir al Cursillo, lloré amarga y dulcemente a la vez ante el Sagrario por dos razones: porque me vi colmado y envuelto en la indescriptible experiencia de la Gracia del Amor de Dios y en su llamada directa a la santidad y, además, por que por mi despreciable condición de “medio Judas por lo menos” (ahora amo a Cristo y luego lo “vendo” por las “monedas” del pecado) me atormentaba el dolor de mis pecados por haber ofendido muchas veces a Dios y por haberme perdido la inmensa felicidad de vivir y compartir su Gracia Divina. Y, sin embargo, en la confesión, más que perdonado, tuve la sensación de ser abrazado por Dios Padre Misericordioso.
Pero hay más: En el Cursillo conocí, entendí y experimenté con grandísimo gozo que la Virgen Maria es mi Madre. Que es el último regalo del Amor de Cristo en la Cruz: su Madre para sus asesinos, los pecadores de palabra, obra, pensamiento u omisión. Y, en especial, para sus discípulos amados. Y desde entonces, como un niño en el regazo virginal de Maria, procuro hacer lo que El me dice para verla sonreir.

Y, en este punto de mi vida, en el Corazón de Cristo y en el regazo de Maria, tal como decía al principio de mi humilde testimonio, me hubiese quedado para siempre como lo desearon Pedro, Santiago y Juan, en el Monte Tabor durante la transfiguración del Señor. Pero, rápido, el Señor me espabiló apostólicamente entregando mi vida a su servicio por amor a El y por el bien de mi prójimo.

Desde mi conversión, 17, 18 y 19 de Enero de 1.969, han pasado los 40 años más felices de mi vida. Las cruces ofrecidas con amor y por amor han sido fuente de gozo y felicidad. En este tiempo me han pasado las cosas más maravillosas que recuerdo, como es la santa esposa que Dios me ha dado para formar nuestra familia, nuestros hijos (tres en el cielo y tres en la tierra y mis nietos que también son tres. A toda mi familia. He podido participar con mi Comunidad en el Jubileo del año 2000, Encuentro Mundial de las Familias, Beatificación y canonización de varios santos y santas. He conocido el drama de la cárcel por dentro, de los hospitales, de los hermanos discapacitados, de los enfermos, especialmente en Lourdes durante lo que fue nuestra “luna de miel”, de los compañeros de trabajo, en el mundo sindical, en otros muchos campos apostólicos. En innumerables formas, ocasiones, acontecimientos y hechos en los que he podido ver el rostro de Dios y he podido llevar su amor a los/as hermanos/as que le aman y necesitan. De lo cual, si Dios quiere, quizás hablaremos otro día.

Ahora, con todo respeto y amor, solo quiero recordar que nos aproximamos a la Santa Cuaresma, que es tiempo de conversión profunda y que si alguien necesita ordenar su
vida de cara a Dios yo le invito a que lo haga empezando por una buena confesión para ser auténticamente feliz en esta vida y en la otra.

“Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo”


Francisco Cosmo Galván

1 comentario:

Jordi Flores dijo...

Que grande eres Paco!! Siempre dando testimonio, donde queira que estás!!! Felicicades por este blog, y ánimo!!!
Jordi Flores